Primer Plano: ¿Naces médico o te haces médico?
En una entrevista de carácter personal concedida a EFEsalud, el jefe de Dermatología del Hospital Clínico Universitario San Carlos de Madrid, además de director de la Clínica Imema, reafirma en el estreno del primer capítulo de ‘Primer Plano‘ que “esa es la verdadera vocación con la que nace el médico”.
“Al igual que la muralla romana de Lugo, construida a base de piedras y argamasa, demuestra su esplendorosa fortaleza después de dos milenos de historia, el médico, libro a libro y paciente a paciente, es la salvaguarda de la salud humana”, subraya el especialista en cirugía y trasplante capilar.
La Medicina nos protege de los muchos invasores que nos acechan durante las 24 horas del día.
“Nos encontramos en una carrera de resistencia frente a los gérmenes, las infecciones, los traumatismos y las enfermedades en general”, destaca.
Tanto es así , que la piel, el pelo y las uñas son la primera línea defensiva de nuestro cuerpo.
“Pero no solo conforman un escudo protector, sino que piel, pelo y uñas exhiben la belleza exterior de cada persona; un multiplicador de nuestra imagen y un reafirmante básico de nuestra autoestima”, afina el galeno lucense, especialista en tricología y medicina estética.
La familia, incubadora del presente y del futuro médico
Nuestra cita periodística con el Dr. López Bran nos lleva a la placentera y entrañable ciudad de Lugo, emplazada en la ribera del Miño; un río que fluye y suena hasta Ourense, Pontevedra y Portugal y desemboca en el rumoroso océano Atlántico, ruta directa al continente americano.
Allí nació en 1960 nuestro protagonista y allí se refugia algún fin de semana del ritmo trepidante de la capital de España, donde los pájaros solo se escuchan en pandemia o al pasar dicharacheras las bandadas de cotorras argentinas.
Cerca de la Plaza Mayor y de la Catedral de Santa María vive su madre, Manuela Bran Pardo, una mujer de 91 años que fue maestra durante cuarenta, desde 1954 a 1993. Nadie mejor que ella para conocer los detalles educativos que argumentan la carrera exitosa de su hijo, un médico con firma europea y mundial.
La maestra “Doña Manolita”, con vestido de color claro, posa junto a sus alumnos de cuatro a catorce años de edad en el exterior de la Escuela de Meiraos Folgoso de Caurel, en Lugo. Ese día, algunas niñas y niños celebraban la Primera Comunión (Fotografía de mediados de los años 60).
Manuela rompió los moldes de su época. Se había casado con el Dr. Eduardo López García, un neuropsiquiatra de gran prestigio en Galicia, pero no se conformó con ser una mujer invisible en el hogar. La vida de ama de casa le aburría soberanamente.
Por encima de todo necesitaba enseñar… y se hizo carne y espíritu en la escuela de Meiraos a pesar de que todos los días tardara dos horas en llegar desde su casa a la tarima, la mesa y la pizarra que la distinguían en la clase.
“Mis niños y niñas -el ojito derecho de sus anhelos- eran obedientes y encantadores; disciplinados. No generaban problemas, como pasa hoy en día, que no hay quien les aguante”, afirma.
Todavía la recuerdan. Entonces, le agasajaban con huevos, queso, dulces y, en época de matanza, costillas de porco… “Doña Manolita” guarda con mucho cariño un pañuelo bordado que le regaló una niña: “No me desprendo de él, lo tengo en mi cómoda entre algodones”.
Y así, un año y otro año, educando a futuros empresarios de hostelería, viajantes de empresa o administrativos de la banca; hasta que una tarde, al ponerse el sol, se jubiló en el capitalino Colegio Alonso Vega.
Manuela tuvo dos hijos, un chico y una chica, Sindy… y de los dos se siente muy orgullosa y satisfecha, aunque hoy toque hablar de su retoñal varón.
Manuela es una mujer elegante y presumida. Para ella es un día señalado en el calendario, como un aniversario, y por eso ha ido a la peluquería a primera hora de la mañana.
¿Cómo se desenvuelve una mujer, madre y maestra en el día a día de la educación de sus hijos?
“Haciendo lo posible y lo imposible para que salgan bien y adelante. Mandándoles a los mejores colegios y ayudándoles en casa al máximo posible. Una madre hace de todo, somos de amas de casa, sin remedio, y cuidamos a nuestros hijos desde que despiertan hasta que se van a la cama”, expone.
Como madre y maestra, no sólo ayudaba a sus hijos con los deberes del colegio, sino que corregía sus faltas de ortografía, su redacción, la vocalización y la pronunciación en la lectura o sus modales, ya fuera en casa, en clase o en la calle.
Además, les concienciaba de una verdad que hoy en día ya no se predica en casi ningún púlpito, menos aún en las redes sociales.
“Hay que estudiar y trabajar a diario porque las cosas no vienen gratis del cielo”, atestigua.

El Dr. López Bran siempre recibió los mejores ejemplos de la familia. Su padre era médico en el Hospital Psiquiátrico Provincial, en Castro de Ribeiras de Lea, ya desaparecido, y tenía consulta médica en su propia casa. Un factor determinante en la mente de nuestro protagonista.
“El hijo mostraba interés por el trabajo del padre, y el padre se interesaba por las inquietudes de su hijo, aunque estuviera en el colegio gran parte del día. Yo creo que este trasiego de mi marido influyó seriamente en en mi hijo”, señala.
El influjo médico también le sobrevino por el resto de la familia: “Eduardo padre tuvo tres primos médicos y Eduardo hijo tiene cuatro primos médicos”, puntualiza.
No obstante, la educación religiosa, primero con las Hijas de la Caridad y luego con los hermanos maristas de Lugo, enmarcó la línea de su comportamiento individual, la vereda de su compromiso social y el camino directo hacia su futuro profesional.
“Ahora, muchos niños, niñas y adolescentes carecen de la educación y valores religiosos. Por ejemplo, no respetan a las personas mayores”, regaña a los oídos sordos de este mundo.
En esta mismo sentido, el propio Dr. López Bran reconoce que tuvo la fortuna de recibir enseñanzas católicas.
“Me he impregnado de esa formación en mi infancia, adolescencia y juventud. Esos valores religiosos se reflejan en el esfuerzo para lograr las metas que nos proponemos, pero siempre siguiendo las reglas de la solidaridad, la amistad y el respeto a los demás”, recalca.
“A la vez, reconozco sus virtudes educativas a la hora de emplear la capacidad deductiva, el sentido común o la necesaria investigación del porqué de las cosas; aspectos que me han resultado muy positivos en mi profesión y mi vida, consiguiendo que sea mejor médico”, completa.

Mujer y marido deseaban y consiguieron uno de sus propósitos en la vida. El matrimonio no mostró fisuras en cuanto al rumbo vocacional de su hijo Eduardo, “a diferencia de lo que sucede en la actualidad, donde los jóvenes eligen su caminito sin contar con la opinión de sus padres”, opina.
Su hijo Eduardo, que siempre fue un buen estudiante, se licenció en Medicina y cirugía por la Universidad de Santiago de Compostela y se doctoró en la Universidad Complutense de Madrid con Premio Extraordinario.
Doña Manuela, ¿Le sorprende que su hijo se haya convertido en un dermatólogo experto en trasplante capilar a nivel mundial?
“La verdad es que sí. Fue lo que a él le gustó y pienso que le ha ido bien. Verle colocar pelitos a la gente y verlo a él sin un pelo… pues también sorpresa, ¿no? En mi época, el que era calvo era calvo y se acabó la historia”, estima.
“Pero antes y ahora, cuando los hijos han volado del nido, deciden una cosa u otra y los padres poco o nada tienen que decir al respecto”, concluye esta mujer innovadora.
El destino de los hombres y de las mujeres, queda claro, no está escrito en el viento; se hace camino al andar.
De hecho, el Dr. López Bran soñaba con vestir la camiseta del Real Madrid cuando era un chaval y jugaba al fútbol con sus amigos en la Plaza de España, ahora Plaza Mayor, y en la Plaza de Santa María… o dando pelotazos retronadores en las paredes del Episcopado.

Pero no todo va a ser estudiar, estudiar y estudiar, es fundamental divertirse…. Llegó la hora de las risas tontas que vocean gallos a las puertas del amor, por no decir sexo, como un enemigo que asalta nuestro castillo después de superar el foso de agua fría y se dispone a escalar hasta las almenas para robarte el alma y el corazón.
“En Lugo contábamos con una Sociedad Cultural, el Círculo de las Artes, donde pasábamos nuestros ratos libres jugando al ajedrez, al mus o al billar y se celebraban bailes y sesiones de café concierto que servían para unir a la gente joven y no tan joven”, rememora.
“Nos juntábamos con nuestros amigos y amigas y surgían los acercamientos personales que te ponían el vello dando vueltas”, cuenta con una sonrisa libre de pecado.
Y el Dr. López Bran, que lucía antaño, pero sin descaro, un flequillo incipiente, como todo hijo de vecino, disfrutó de sus oportunidades… con éxitos y fracasos; emociones y sentimientos que marcan a fuego el devenir de los años.
Con 17 años, y después de terminar el COU (curso de orientación universitaria) en el instituto público masculino de la ciudad, se marchó a estudiar a Santiago de Compostela, en La Coruña, como otros tantos lucenses.
“Era el punto neurálgico de la formación universitaria, Santiago aglutinaba a miles de estudiantes de toda Galicia deseosos de formarse en las distintas disciplinas. Fue una etapa inolvidable”, dice con esa mirada ensoñadora que trae a su memoria las calles aledañas a la rúa de San Francisco, sede de la Facultad de Medicina.
Seis años de esfuerzos académicos en Santiago le convirtieron en un médico de provecho, aunque el éxito profesional le esperaba en Madrid, concretamente en la Complutense, una de las universidades más prestigiosas de Europa y el mundo.
“Conseguí ser profesor titular de Dermatología en 1998, el más joven en esta época. Luego, en el año 2000, alcancé el nivel de jefe de sección, y desde 2003 he sido y soy el responsable del Servicio de Dermatología en el Hospital Clínico Universitario San Carlos”, relaciona.
Su esfuerzo y preparación, el apoyo constante de su familia, de sus amigos y, sobre todo, su capacidad emprendedora, unido a la valentía de afrontar la vida como un reto, han encumbrado al Dr. Eduardo López Bran a lo más alto.
“Es el resultado final del trabajo, la constancia y cierta resistencia o resiliencia ante las dificultades que surgen de manera inevitable en cualquier trayectoria vital y profesional”, manifiesta.
“Pero todo este esfuerzo se debe acompañar de sentido común, que los gallegos y lucenses tenemos en una buena dosis, de prudencia y de una poquita o mucha suerte. Es el único camino para lograr el éxito”, asegura.
Doctor Eduardo López Bran, ¿Le gustaría pasar a la Historia de la Medicina como el médico dermatólogo que resolvió el problema de la alopecia?
“El sueño de cualquier investigador en el campo de la tricología es descubrir una solución definitiva y bien tolerada al problema de la alopecia, que afecta a tantos hombres y mujeres en todo el mundo”, observa.
De momento, se siente orgulloso y satisfecho de ser el primer dermatólogo que ha coordinado los ensayos clínicos en España que dieron lugar a la comercialización de los fármacos minoxidil y finasteride, los primeros tratamientos eficaces contra la alopecia androgenética.
Y sigue trabajando en el desarrollo de nuevas terapias avanzadas, empleando células madre.
“La terapia celular podría convertirse en un futuro cercano en el desenredo final a un problema que aflige hasta un 60 % de los varones a sus sesenta años y a un 30 % de mujeres a esa misma edad”, completa.
Son casos de alopecia que no se pueden resolver con los tratamientos médicos y quirúrgicos disponibles a día de hoy.
“Estos pacientes, y los que vengan, siempre esperan de nosotros, los médicos dermatólogos, que aportemos nuestro granito de arena a la solución de la calvicie común”, añade.
Dr. Eduardo López Bran, ¿Ha superado a su padre?
Mi padre era un gran médico neuropsiquiatra; mi padre era un gran profesional; y mi padre era un hombre de bien. Realmente, mi padre era mucho mejor médico que yo.
Pero quizá vivió en una época donde no disponíamos de tanta tecnología y medios de comunicación a nuestro alcance, como sucede ahora.
En aquellos años no se divulgaba o informaba en la prensa de nuestro trabajo abnegado, menos aún si residías en una provincia gallega como Lugo.
Doctor, tiene usted un hijo en etapa universitaria, ¿Qué espera de su futuro?
Confío en que alcance los conocimientos, las habilidades y las destrezas necesarias para ser un magnífico profesional y ser útil a la sociedad. Todo ello, aplicando el sentido común, los valores que le han inculcado en su educación y siendo una buena persona.
Dr. Eduardo López Bran, jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Clínico Universitario San Carlos, profesor titular de la Universidad Complutense, director médico de la Clínica Imema, investigador especialista en tricología y experto en microcirugía capilar.
Para finalizar esta entrevista, en la que se demuestra empíricamente que “el médico nace y se hace médico paso a paso”, le vienen a la memoria del periodista dos películas de cine emblemáticas.
“Senderos de Gloria” y “Espartaco”, cintas estrenadas en las salas cinematográficas en 1957 y 1960, respectivamente; dirigidas ambas por Stanley Kubrick y protagonizadas por el simpar hoyuelo de Kirk Douglas.
Como una estrella rutilante del firmamento cinemascope, el buen médico debe ser, antes que nada, una persona humanista; un defensor aguerrido de sus pacientes; una muralla firme y sólida frente a las enfermedades… y una mano amiga en nuestra historia.