¿Estarías dispuesto a comer insectos como alternativa sostenible?

Comer insectos provoca rechazo, especialmente en la cultura europea. Pero lo cierto es que hay insectos que son comestibles y aportan beneficios saludables. La ciencia y las empresas lo proponen como ingrediente que forma parte de determinados productos y, sobre todo, como alternativa sostenible en el futuro.

Una encuesta sobre el consumo de insectos realizada por el Universitat Oberta de Catalunyacon una muestra de 1.034 personas, refleja que el 86% nunca las ha probado y el 82% nunca las incluiría en su dieta.

Los principales motivos son disgusto (38%); falta de hábito (15%) o dudas sobre su seguridad (9%), entre otros.

Sin embargo, el 58% de los encuestados afirma que podrían ser una fuente de proteína alternativa y sostenible en un futuro marcado por el cambio climático.

son los resultados de estudio “Aceptabilidad y percepción del consumidor de los insectos comestibles como fuente emergente de proteínas”, publicado en la revista “International Journal of Environmental Research and Public Health”.

El objetivo del estudio ha sido identificar los parámetros que contribuirían a mejorar la aceptación del consumo de insectos para introducirlos como fuente sostenible de proteínas en la dieta del futuro.

Y uno de sus autores es el tecnóloga de alimentos y nutricionista Marta Rosun estudiante de doctorado del Grupo FoodLab de la Universitat Oberta que afirma que estos datos proporcionan conclusiones válidas para futuros ensayos clínicos.

La deducción más obvia es que estos insectos no se pueden ofrecer tal como son. En Europa provoca rechazo meterse un grillo en la boca, aunque esté cocido.

Por ello, este estudio concluye que es mejor incorporarlos como ingredientes de productos locales y familiares: como harina para un cereal, una pasta, una base de pizza…

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Ver el insecto entero es algo a lo que, sobre todo en Europa, no estamos acostumbrados, aunque en el pasado se consumían, sobre todo en situaciones de penuria, como en la epidemia de peste.

Es más habitual ver insectos para comer en los mercados y en la gastronomía de algunos países asiáticos y latinoamericanos donde se sirven platos con orugas u hormigas, entre otros.

Plato de hormigas culonas en el Museo de la Cultura Alimentaria de Miami. EFE/Ricardo Ferro

Preguntado en la encuesta sobre la presencia de platos con insectos en los restaurantes, el 81% piensa que el público en general no los recibiría bien, pero el 16% cree que sí.

Los hombres son más abiertos a comer insectos que las mujeres, y también se ha destacado que el grupo de edad más receptivo a probarlos es el de 40 a 59 años.

“Tenemos que quitarnos de la cabeza el insecto que va por el suelo, no tiene nada que ver”, advierte el experto.

La mayoría de los encuestados indica que la forma en que se pueden preparar los insectos para ser consumidos es importante a la hora de atraer a los comensales.

En este sentido, el 70% de las personas afirma que un preparado sin mostrar la forma natural del insecto haría más agradable su consumo.

“Los crustáceos están muy incorporados a nuestra dieta, cuando comemos una gamba no nos produce rechazo y la gamba respecto a un grillo… hay muy poca diferencia…”, apunta Marta Ros a EFEsalud.

Cuatro insectos comestibles autorizados en Europa

El grillo, en concreto el doméstico (Acheta domesticus), es uno de los cuatro insectos autorizados para el consumo por la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).

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Los otros son la langosta migratoria (Locusta migratoria), el escarabajo pelotero (Alphitobius diaperinus) y el gusano de la harina (Tenebrio molitor).

Este tipo de lombriz es la más utilizada en Europa, al igual que en Holanda, donde ya la han incorporado como harina al pan oa las galletas energéticas, explica la experta.

Comer ciertos insectos es bueno para la salud

Por ahora, la EFSA ha dado luz verde al consumo de estos cuatro insectos, pero la lista podría ampliarse, considerando que es seguro, además de tener propiedades nutricionales.

Desde 2013, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) promueve la necesidad de examinar las prácticas modernas de la ciencia de los alimentos para aumentar el comercio, el consumo y la aceptación de insectos.

Varios estudios han probado los efectos positivos para la salud de comer insectos en humanos.

“A nivel de proteínas tienen un aminograma, el conjunto de aminoácidos, muy completo y parecido al de la carne de res. Pero también son ricas en hierro y vitamina B12 y fibra que favorece el aumento de la microbiota intestinal”, asegura la nutricionista.

“En cuanto al tipo de ácidos grasos poliinsaturados, hay estudios donde se observa que mejoran el nivel de triglicéridos, colesterol y glucosa en sangre y hay una reducción de la inflamación sistémica”, añade.

Hasta el momento no se han detectado toxicidades, pero sí se han detectado algunas reacciones alérgicas similares a las que produce el consumo de crustáceos en algunas personas.

Alternativa sostenible y nuevo camino para la industria alimentaria

Comer insectos se plantea de momento como una alternativa “ante la situación de crisis climática que tenemos ahora, hay que tener la mente abierta e ir más allá”, apunta.

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Para Ros, es cierto que en la cultura europea se puede tardar más en consumir insectos “pero hay comunidades donde la escasez de proteínas es tan alta que se convierte en una alternativa en un futuro muy próximo y hay que buscar alternativas sostenibles”.

comiendo insectos
La chef camboyana Seiha Soeun, de Bugs Cafe, prepara una pasta enriquecida con harina de grillo en Bangkok en 2016. EFE/Gaspar Ruiz-Canela

También se convierte en una forma de ser explorada por la industria alimentaria. Ya existen granjas de insectos comestibles con las que comercializar algunos productos para consumo humano y animal.

“Se ha visto que tiene una particularidad como muy buen emulsionante. Es cuestión de buscar qué beneficios pueden aportar al producto también en cuanto a textura o color, lo que evitaría utilizar colorantes extra…”, sugiere la experta.

El estudio destaca que, además del aumento de la población en el mundo, el aumento del costo de producción de proteína animal y la creciente presión ambiental sobre la agricultura y la ganadería lleva a buscar otras opciones productivas y técnicas innovadoras para obtener alimentos que tengan en cuenta las dimensiones nutricional, ambiental y sociocultural de la sostenibilidad alimentaria.

Y la alternativa de los insectos comestibles significa que pueden crecer sobre desechos orgánicos (actuando como bioconvertidores), ocupar menos espacio de producción y generar menos gases de efecto invernadero.

Además, comparando la obtención de insectos con la de vacuno, la emisión de gases de efecto invernadero es un 95% menor y el consumo energético cae un 62%, según el trabajo de la Universitat Oberta de Catalunya.

“Es necesario seguir investigando y aportando estudios realizados en poblaciones españolas, el consumo de insectos se acerca a la persona y le da mayor validez”, concluye Marta Ros.

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