Covid y resiliencia. Todos hemos pasado por un desafío planetario inimaginable, una pandemia global que nos empujó de la noche a la mañana a activar lo mejor de nosotros mismos y sacar a relucir nuestra “resiliencia”, es decir, el conjunto de habilidades para mantenernos fuertes en condiciones de cambio y gran estrés.
Después de estos dos años agotadores y largos, seguimos sometidos a los embates de un virus que se resiste a desaparecer. Sin embargo, la situación actual del Covid19 adquiere un cariz menos dramático y amenazador gracias a la existencia de mayores recursos sanitarios.
Inauguramos un tiempo nuevo, preñado de reflexiones y aprendizajes valiosos, siempre útiles, de cara a nuestro futuro como seres humanos y como especie.
El psicólogo David Pollay subraya por qué es tan importante que seamos plenamente conscientes de lo que hemos experimentado, diciendo: “Cada vez que pensamos en los logros más relevantes que hemos alcanzado en la vida y tomamos nota de las fortalezas que ponemos en práctica, inauguramos un patrón vital para futuras ocasiones”.
Los profesionales que garantizan alimentos y productos básicos
Para extraer este valioso tesoro de conocimiento, pusimos el foco de atención en el conjunto de profesiones esenciales y en concreto, en aquellos trabajadores esforzados tanto en la cadena alimentaria como en el consumo que, con su hercúleo esfuerzo y dedicación, se entregaron a la tarea de proporcionando el resto de alimentos y otros productos.
Trabajaron en duras condiciones y arriesgaron su seguridad personal y familiar mientras el resto de nosotros permanecíamos arropados en la seguridad de nuestros hogares.
Todos recordamos el dramático comienzo de la pandemia, cómo la población, espoleada por el pánico y dispuesta a encerrarse en sus casas, encerrada ante un nuevo, desconcertante e invisible enemigo, realizó compras masivas que provocaron el desabastecimiento generalizado de ciertos productos En tanto, el gobierno y las autoridades llamaron a la calma y garantizaron el abastecimiento de productos básicos.
Entonces solo podíamos salir a comprar ciertas cosas o ir al hospital. Hemos hablado con tres de sus protagonistas: Juan Carlos San Cayo, carnicero, Cristina Ripoll, verdulera Y José Luis Prieto, quioscoquienes nos revelaron los recursos y habilidades que implementaron para mantenerse positivos y funcionales en ese escenario espectral.
inteligencia de enjambre
Todos ellos usaron un ciertointeligencia de enjambrela que estudia cómo ciertos sistemas en la naturaleza se coordinan y toman decisiones donde las interacciones y la comunicación entre ellos ayudan a resolver colectivamente desafíos difíciles.
A pesar de que cada sector tenía un programa específico, todos compartían información con el resto para adaptarse lo más rápido posible y responder a escala. Todos operaron al unísono.
Covid y resiliencia desde una carnicería

Juan Carlos San Cayo trabaja desde los 14 años al frente del negocio familiar de carnicerías “San Cayo” ubicadas en el barrio madrileño de Ciudad Lineal, uno de los más poblados de la capital.
Desentraña sus vivencias teñidas de un batiburrillo de jirones de angustia al rememorar los difíciles momentos pasados y la sensación de extrañeza ante lo vivido cuando, en ese momento, circulaba solo por la arteria de la Castellana en un Madrid espectral y desierto donde el los semáforos cambiaron. solo, sin tráfico que resolver, pero también le embarga la íntima satisfacción de haber superado una situación difícil, llena de aprendizaje y agradecimiento.
Él relata:
“Ya dos días antes de que el gobierno decretara el estado de alarma y dado el preocupante giro de los acontecimientos, empezamos a trabajar con mascarilla. Las normas que se iban a implementar se escucharon en el sector. Montamos la tienda y fijamos la distancia de seguridad de 1,5 metros. Proporcionarnos guantes fue muy difícil. El precio de la caja pasó de 6 a 32 euros por el desabastecimiento.
Al principio fue todo muy difícil porque no teníamos la logística para tanta demanda y estábamos desbordados. Fue un gran desafío organizativo. Teníamos logística para 40 y la demanda creció a 80. Vimos que había mucha compra compulsiva y teníamos miedo de quedarnos sin producto, pero en Madrid nunca faltó. Los televisores se fueron a las clásicas estanterías vacías y era mentira porque al día siguiente se cambiaban. Lo único que pasó es que se vendieron el resto de los almacenes, pero los mataderos siempre han funcionado con el mismo límite de capacidad. Funcionaron normalmente y la cadena de suministro nunca se rompió. Los porteadores hicieron un esfuerzo tremendo.
En mi caso, mi hija me ayudó a reorganizarme, adaptarme y aceptar que teníamos que abordarlo de otra manera. Así que establecimos una lista y nos esforzamos por atender a todas las personas incluso en diferentes puntos de Madrid. A veces incluso lo hacíamos casi gratis porque el monto del envío era más alto de lo que se ganaba. Otras veces, los mayores nos llamaban y nos pedían que les lleváramos 3 o 4 litros de leche o lo que fuera. El concepto era que tenías que ser solidario.
En el trato con los clientes también tenían que adaptarse. Hacían cola en la calle y era algo llamativo, no estaban acostumbrados. Estábamos todos tensos. Así que viste diferentes reacciones. La gente tuvo que aprender a esperar al día siguiente. No todo fue inmediato. Pero con el tiempo se calmaron porque vieron que el producto no faltaba. Todos tuvimos que adaptarnos”.
Covid y resiliencia de un verdulero

Cristina Ripoll es vendedora de frutas en el Mercado de Ventas de Madrid y nos cuenta una experiencia muy similar a la de Juan Carlos:
“Para nosotros la gran preocupación y miedo era no contagiarnos, entonces teníamos un cuarto en casa para quitarnos toda la ropa cuando llegábamos a casa del trabajo, porque no sabías cómo te iba a ir si te contagiabas del virus. , y viste casos de todo”.
Lucharon por actuar con responsabilidad y no dejar a nadie desatendido en estas difíciles circunstancias.
“También hicimos un esfuerzo tremendo, pusimos a las órdenes a un muchacho con una moto, que se ofreció como voluntario; Le pagamos la gasolina y él repartió la fruta entre los vecinos y le dieron propina. Todos trabajamos a tope”.
Covid y resiliencia desde un quiosco
Por último, “Chechu” Prieto, quiosquero, que desde la atalaya de su quiosco de barrio situado en la carretera junto al Centro de Salud de Daroca en Madrid cuenta cómo fue testigo privilegiado de la catástrofe:
“Muchos de mis clientes de toda la vida pasaban tosiendo a la clínica y nunca regresaban.
El impacto de tanta pérdida masiva y la conmoción aún viva de este drama colectivo lo pusieron frente al espejo de la conciencia radical de la fragilidad de la vida:

“yo tambien he cambiado Ya no hago tantos planes a largo plazo. Ya pienso en la vida de otra manera porque también me puede pasar a mí, morirme de la noche a la mañana. Y, ya no miro tan adelante, disfruto cada momento porque mañana, ¿quién sabe qué puede pasar?
“Pero también experimenté como muchos vecinos estaban muy agradecidos y me traían cervezas o comida para el aperitivo. Y, me lo dejaron ahí, detrás del quiosco -señala- Había mucha tensión, mucho miedo y solo se veían en la calle: ambulancias, policías y carros blancos (funeraria). La verdad es que me agradecieron mucho que subiera la persiana, porque para ellos ese ratito que bajaban por cigarros o por el periódico, salían a la calle y charlábamos. Eso fue mucho porque aquí hay mucha gente sola”.
“Mi mujer también me ayudó mucho, al principio cosía mascarillas con los calzoncillos de los perros que luego regalamos aquí y todavía tengo las mascarillas de plástico por ahí”.
La resiliencia de quienes garantizaron nuestra alimentación
Si de alguna manera resumiéramos la habilidades resilientes que empezaron estas personas, hablaríamos de:
- A aceptación obstinado de la realidad, por más difícil que fuera, la que había que dar soluciones adaptativas.
- la capacidad de dar un sentido a su aporte para enfrentar la adversidad, que a su vez fue sostenida por valores fuertes Qué:
Solidaridad
Generosidad
Ayudar a los demás, compromiso
conciencia de un interdependencia social mutual donde el calor de la redes de vecinos y apoyo. El lejano anonimato de la gran ciudad se rompió y muchos vecinos se encontraron y hablaron por primera vez, se preocuparon unos por otros, se miraron a los ojos y trataron de ayudarse, consolarse creando piezas musicales, etc. Tomamos conciencia de la importancia de la proximidad de un comercio cálido y de proximidad que favoreciera la cooperación en las relaciones humanas. Todos fueron hilos de colores brillantes que tejieron un tapiz de esperanza y construyeron una red de apoyo fuerte y resistente. Cada uno aportó desde su rol en la tarea común de superar circunstancias negativas y adversas y luchar por la supervivencia. Actuamos con “inteligencia de enjambre”.
- Y por último, el creatividad e imaginaciónesas increíbles habilidades que todos llevamos dentro y utilizamos para improvisar soluciones y probar nuevos recursos ante los bandazos y desafíos del destino.